Estamos en 2012 y está de moda el fin del mundo. Algunos dicen que el calendario maya ha dictado que este año se nos acaba la estancia en nuestra tierra, lugar tan lleno de belleza como de lágrimas. También, en el mundo occidental ha habido quienes han pretendido descubrir el fin de los tiempos.
Según el Apocalipsis, el último libro de la Biblia y probablemente el más simbólico de todos ellos, antes
del fin de la historia tienen que pasar mil años en los que reine Cristo y el
diablo esté encerrado en el abismo. Después vendrá la lucha definitiva contra
el mal, el fin del mundo y el juicio final. La palabra milenarismo proviene de estos “mil años”. De
hecho, se trata de esa doctrina que piensa que estos mil años llegarán, y que
después acabará la historia.
Los milenaristas se dedicaron a calcular, a través de los
datos de la Biblia, cuándo se produciría el fin del mundo. Algunos lo
calcularon muy cercano, sobre todo en los primeros siglos del cristianismo. El
mismo san Pablo tuvo que intervenir en una ocasión conminando a los fieles de
Tesalónica a que dejaran de llevar una vida ociosa, porque se imaginaban tan
cercano el fin del mundo, que incluso habían dejado el trabajo. “Quien no
quiera trabajar”, decía Pablo, “que no coma” (2Tes 3,10).
En definitiva, la palabra milenarismo se ha asociado con
aquellas doctrinas que creen que pueden calcular la fecha del fin del mundo o
que la perciben inminente.
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