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Don Camilo y Peppone |
Giovanni Guareschi (1908-1968), el famoso escritor de las
historias de don Camilo, ese cura descomunal que igual bautizaba que repartía
mamporros esgrimiendo algo tan sutil como un banco de la plaza del pueblo,
contaba en boca del sacerdote una anécdota muy graciosa. Decía que una vez se
acercó un lobo a un redil de ovejas y pidió que le abrieran la puerta. Las
ovejas se negaron por razones obvias. Entonces el depredador comenzó a razonar
con ellas y a explicarles que él no era un lobo cualquiera, que venía a
traerles la paz y la concordia, que tenían un enemigo común que era el hombre,
que sus hermanos lobos no lo comprendía… Y tan bien les habló que las
convenció. En cuanto le abrieron la puerta, el lobo comenzó el trabajo que le
dictaba su instinto: devorar a las pobres pécoras. Cuando se las hubo comido a
todas, exclamó: “¡Qué bien! ¡Vayamos a pacificar otro rebaño!”
Con esto quiero decir que hablar de paz está muy bien, pero ¿a
qué precio hay que conseguirla?
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Aldous Leonard Huxley |
Aldous Huxley (1894-1963) escribió un espeluznante libro
titulado Brave new world, que el
traductor quiso llamar Un mundo feliz.
Se sitúa en una sociedad estratificada y perfecta en la que no hay conflictos. La
sexualidad no solo es libre sino que se promueve entre los niños como un juego. El sexo
está tan separado de la procreación que lo seres humanos son producidos en
fábricas con una cadena de montaje de nueve meses en la que se va proporcionando a
cada nuevo espécimen los elementos químicos necesarios para su desarrollo.
Ahora bien, a algunos se les suministra menos oxígeno en el cerebro que a
otros. El objetivo de esto es el acondicionamiento de cada uno a la forma de
vida a la que estará destinado. De esta manera, en la sociedad hay individuos
de tipo alfa, que son los intelectuales, también beta, gamma, etc. hasta los épsilon que
se dedican única y exclusivamente al trabajo manual. Su cerebro es incapaz de cualquier
otro tipo de actividad. ¿Y cómo consiguen que todo el mundo esté de acuerdo con
aquello a lo que se le destina? Fácil. Durante años se les impone una terapia:
durante el sueño se les repite inmisericordemente los lemas que guiarán su
vida: trabaja, trabaja, me encanta trabajar, solo quiero trabajar, lo más
grande que hay en el mundo es trabajar, no me juntaré con los alfa, etc. He aquí una sociedad perfecta y pacífica.
Pero, ¿quién quiere la paz del lobo y la del “mundo feliz”?
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