(El cinismo es la única armadura que le queda al hombre que ha visto el final de su propia película. La tragedia no es morir; la tragedia es vivir lo suficiente para ser convertido en una comedia de situación).
Hay un momento en el que el artista deja de ser un sujeto para volverse una máscara, una alegoría mediática. El caso de John Michael Osbourne es la autopsia no de un hombre, sino de cómo el show business devora y, peor aún, canoniza a sus monstruos.
El Príncipe de las Tinieblas, ese arquetipo aterrador que Black Sabbath parió en la asfixia industrial de Birmingham, era demasiado real. Su oscuridad, su sonido espeso, su voz de otro mundo, sugerían una fractura existencial que la sociedad de consumo no podía tolerar. La sociedad tolera la fantasía de la maldad (el slasher, el cuento de terror), pero no su honestidad existencial.
¿Qué hizo el establishment? Lo mismo que siempre hace con las amenazas genuinas: lo desarmó transformándolo en un Bufón Trágico.
La mordida al murciélago no fue un acto de rebeldía satánica, sino, en retrospectiva, el casting perfecto para su nuevo rol. Una vez que el hombre fue visto en televisión tropezando con los muebles, balbuceando, incapaz de funcionar sin un guion, se le otorgó el perdón. El sistema respiró tranquilo: el monstruo de los setenta había sido castrado, convertido en una sitcom inofensiva, una mascota mediática que servía para reafirmar la normalidad de todos los demás.
El sarcasmo es evidente: la única forma de ser aceptado como genuino en esta era hiper-regulada es hiperbolizando la propia estupidez, exhibiendo la fragilidad como performance. La melancolía de Osbourne reside en que, para sobrevivir, tuvo que convertirse en la caricatura de sí mismo, permitiendo que la máscara Ozzy consumiera al hombre de Aston.
Y la audiencia, tan cínica como él, aplaude la demolición de su cordura, creyendo ver un espectáculo, no la confesión del precio que se paga por la fama. El verdadero horror no está en las letras de Black Sabbath, sino en saber que el único final feliz que el capitalismo le ofrece al genio es la ridiculización de su legado.
(Si la risa que provoca el payaso es más alta que el grito del hombre, no hemos visto la comedia; solo hemos pagado el precio de la entrada para presenciar una aniquilación).
Capsulas filosóficas para un libro de "Metal Existencial" (1/10)
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