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domingo, 12 de enero de 2014

"Oblivion" y la dispersión de la identidad personal

Una de las características de la antropología empirista es la percepción del YO como un fluir de conciencia
Pero vayamos por pasos, que para un filósofo con las cejas quemadas en esto de leer y las neuronas desgastadas en el pensar, esta frase es pan comido; no obstante, no creo que ocurra lo mismo para el común de los mortales.
Yo me considero un híbrido entre lo común que tiene un mortal y un personaje con neuronas a punto de patinar, así que haremos lo posible por explicarnos.
Dicen que empirista es todo aquel que sostiene que no hay más conocimiento que el que nos viene a través de los sentidos. 
¿Qué puede decir, pues, un empirista acerca del YO? El yo, sí, el yo, ese señor o señora que tenemos dentro y que resulta que sus pensamientos y sentimientos coinciden con los nuestros. (A veces cuesta explicar las cosas más obvias.) Pues ¿qué puede decir un empirista si se basa en los datos de los sentidos? Poca cosa, eh, poca cosa. Yo soy yo, me veo en el espejo, se podría decir. Sí, en efecto, tu cuerpo es una perogrullada "empírica", pero ¿todo lo que piensas y sientes? ¿Eso qué? Eso no se ve en el espejo. Para eso existe la introspección, mirar hacia adentro.
Y, entonces, empiezan los problemas. Desde ese punto de vista, lo único que se percibe es un continuo pasar por nuestra capacidad consciente de pensamientos, deseos, emociones, sentimientos, etc. ¡Ah! Pues si eso es lo que se percibe, ¡ya está! El YO es un continuo fluir, un flujo de conciencia (stream of consciousness).
Entonces, ¿El YO no tiene entidad propia? Es decir (¡no pensaba que me costaría tanto decir esto!), ¿yo no soy nada? ¿Solo una serie de ejercicios de consciencia? Pues yo me creía más, la verdad. (Será que no estoy al día.)
Si no hay nada detrás del fluir de conciencia, ese fluir de conciencia no es nada, un simple río que desemboca en el mar, una serie de gotas que da la casualidad que van juntas en una misma dirección. 
Pero (vamos a ver si nos queda claro), entonces, no tenemos identidad personal. 

El empirista diría que debe haber algo, no sabemos qué, porque la memoria hace que haya una continuidad, un elemento constante en ese fluir siempre cambiante. Ese elemento es el YO, es el recuerdo de mi mismo como siendo consciente de todo ese fluir de conciencia a lo largo del tiempoConsecuencia lógica de esto es que la identidad del yo SOLO está vinculada con los recuerdos.
Por tanto, si la identidad del yo depende de la memoria, si fuéramos capaces de fabricar una memoria, tendríamos una identidad personal, un YO. Es decir, ¡y esto es lo gordo!, se podría separar la identidad personal del individuo concreto de la especie humana.
O sea, no es imprescindible que exista una correspondencia yo-individuo. O más claro todavía, bastaría con que dos individuos tuvieran los mismos recuerdos, para que hubiera una única identidad personal. En este caso tendríamos un yo y dos individuos. (¿?)
¿Y qué ocurre en Oblivion? Jack Harper es un único yo (por los recuerdos), pero con una infinidad de individuos, que resultan ser clones. Y esto es tan patente en la película, que su misma esposa reconoce a su marido, tanto en el técnico 49 como en el 52. 
Quizá esta película, norteamericana, anglosajona, es la reducción al absurdo de las teorías empiristas a este respecto.

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2 comentarios:

  1. Querido Sergio: Me ha encantado este post. Ya de paso, un día tienes que hablar del Yo trascendental de Kant. Eduardo Pérez Pueyo.

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