La escena
Tormenta de microrrobots devorándolo todo. El niño agoniza, la doctora Benson lo sabe y aun así pide que salven al pequeño primero. Klaatu los mira, entiende lo que está en juego y decide atraer hacia sí a los “insectos” artificiales. Camina hacia la esfera. No es solo un giro de guion; es un juicio sobre el valor de lo humano.
¿Qué ve Klaatu exactamente?
No ve una especie impecable. Ve violencia, miedo, egoísmo. Pero también ve algo que ninguna otra especie parece tener: amor que se entrega. Un gesto gratuito que prefiere el bien del otro al propio interés. La doctora muere sabiendo lo que hace, elige el bien de un niño. Ese detalle reordena todo el veredicto.
Filosofía en acción: dignidad frente a utilidad
Podríamos hacer números: si la humanidad destruye, quizá lo “racional” sea apagarla. Excel diría sí, estadísticamente conviene. Pero el gesto de la doctora introduce otra lógica. Kant lo formularía así: trata a la humanidad siempre como un fin, nunca solo como un medio. Ese instante transforma a los personajes en fines absolutos. No hay suma de costes que compita con una persona amada.
Si prefieres lenguaje de virtudes, piensa en Aristóteles: la excelencia moral se ve en el acto adecuado, en el momento adecuado y por el motivo adecuado. Aquí no hay vanagloria ni teatro moral, solo una decisión justa que pone el bien del otro por delante. Y, si nos ponemos tomistas, el amor verdadero hace salir a la bondad de sí misma. Bonum diffusivum sui, que diría Tomás: el bien tiende a difundirse.
La medida de lo humano
La pregunta no es si somos perfectos. Es si en medio de nuestras ruinas aparece algo que ninguna máquina ni colonia alienígena puede replicar: la libertad de entregarse. Ese “sí” al otro, incluso cuando no compensa, es la grieta por la que entra la salvación. Klaatu no firma un indulto sentimental, reconoce un dato ontológico: hay dignidad donde hay amor que se dona.
Aterrizaje en lo cotidiano
No necesitas una esfera luminosa ni microrrobots para decidir. Hoy puedes medir tu humanidad en gestos concretos: escuchar cuando estás cansado, pedir perdón cuando te costaría menos justificarte, renunciar a “tener razón” para cuidar a alguien. Son pequeñas desactivaciones del apocalipsis privado.
Un poco de humor para cerrar
Si alguna vez el universo te examina, no te olvides de dos cosas: tu capacidad de amar y tu contraseña. Uno te salva, la otra te ahorra tiempo.
Para comentar
¿Recuerdas un momento en el que alguien eligió tu bien por encima del suyo? ¿Qué cambió en tu manera de mirar a los demás después de eso?
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