Demolition man es una película graciosa, peculiar, stalloniana y muy de Hollywood. Héroe chulesco (John Spartan, representado por Sylvester Stallone) y villano zumbado (Simon Phoenix, representado por Wesley Snipes) se enzarzan en una lucha, fruto de una trama en un Los Ángeles del futuro, al que han cambiado el nombre por San Ángeles. La sociedad de esta película ha adquirido tintes utópicos. De hecho está llena de guiños a Un mundo feliz de Aldous Huxley. La joven policía que intima con Spartan se llama ni más ni menos que Lenina Huxley, es decir, el nombre de la protagonista de la novela y el apellido de su autor.
En ambas obras el sexo está separado de la procreación. En el libro, por ingeniería social, se banaliza, obligando a los niños a practicar juegos eróticos. No puede pasar de ahí. Las relaciones de mayores no pueden durar mucho, porque se vería mal. No debe haber amor. Esto destrozaría la sociedad, de manera que los ciudadanos repiten como un eslogan: "Todo el mundo pertenece a todo el mundo". En la película, por su parte, se da un paso más. Quizá parece increíble, pero separan el sexo del cuerpo. Curioso, ¿no? Pues si la curiosidad corroe al lector, he aquí un ejemplo:
Los seres humanos se producen en fábricas, de forma predestinada. Cada uno debe ocupar un lugar concreto en el mundo, según la decisión de un gobernante, lo cual es francamente aterrador. En Un mundo feliz la dignidad de las personas brilla por su ausencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario