Sobre mí

viernes, 29 de junio de 2012

"Platón, para el carro"

Aristóteles (384-322 aC), que era discípulo de Platón, y un tío muy práctico y observador, le criticó al maestro que tuvieran que existir las formas perfectas de las cosas en una especie de mundo de las ideas, situado más allá del cielo. Por eso, Rafael lo representó en su Escuela de Atenas, hablando con Platón y haciendo un gesto que, a mi modo de interpretar, quiere decir "para el carro" y, también, "baja y pon los pies en el suelo". No señales tanto el cielo, porque lo que un objeto tiene de universal o común respecto de otros objetos está en el mismo objeto, no en un mundo de ideas. Es decir, lo que Platón llamó forma perfecta, no vive en el hiperuranio sino que nuestra inteligencia la abstrae del mismo objeto. Según Aristóteles, hay algo en los objetos que captamos por los sentidos que es común a todos los objetos de su género. Nuestra inteligencia extrae esa forma común y universal a partir de la imagen que nuestra percepción ha creado de ese objeto. Cuando nacemos, nuestra mente es como una tablilla limpia en la que no se ha escrito nada, hasta que aparece el primer concepto, que proviene de la abstracción que hace nuestra inteligencia del material obtenido a través de los sentidos. Mientras que a la postura de Platón se le llama Realismo Exagerado, a esta última de Aristóteles se le denominó Realismo Moderado. Las formas que nos permiten crear el concepto universal existen realmente, pero en el objeto, no en un mundo separado del nuestro. Por eso, Platón señala hacia arriba y Aristóteles le dice que se mantenga en la tierra.


lunes, 25 de junio de 2012

¿Platón estaba en las nubes? No, más arriba

A veces nos hemos encontramos en la tesitura de que el "profe" preguntón de turno nos haya inquirido sobre la materia que se está dando en clase y nos pille absolutamente en blanco, es decir, sin haber estudiado un pijo. Antes del "pues tienes un cero", a lo mejor se nos ha ocurrido decir: "sí que lo sé, es que no me acuerdo".
En nuestra ignorancia, no nos damos cuenta de la carga platónica que tiene esta vil excusa.
Platón (428-347 aC), el griego, dio una peculiar solución al problema de los universales. Como él creía en la metempsicosis (es decir, en la reencarnación), no tuvo ningún problema en afirmar que nuestra alma, antes de estar en este mundo, dentro de nuestro cuerpo, se encontró alguna vez en el Hiperuranio, o sea, más allá del cielo. En este lugar de las almas, no existía la materia y, por tanto, la imperfección. Todo lo que se encontró allí era perfecto. Cuando nuestra alma cayó en un cuerpo, nos situamos en el mundo material y nuestra alma quedó atada, incapaz de ejercer sus capacidades a sus anchas. Mientras está entre carne y hueso no se acuerda del Hiperuranio. Sin embargo, hay alguna excepción: en cuanto nuestros sentidos captan algún  objeto material, nos acordamos de ese mismo objeto, pero en estado perfecto, cuando lo vimos en el Hiperuranio. A esto Platón lo llamaba reminiscencia. El concepto universal es, entonces, el recuerdo de la forma perfecta del objeto imperfecto y particular que captamos por los sentidos. En realidad, ese concepto universal ya estaba en nuestra mente, lo que pasa es que no nos acordábamos. Por eso, según Platón, conocer es recordar. No es extraño, por todo esto, que Rafael representara a Platón en su Escuela de Atenas señalando hacia arriba, más allá de las nubes.

jueves, 21 de junio de 2012

Los universales

A lo largo de la historia del pensamiento, ha habido un problema muy gordo, pero que muy gordo, al que, durante siglos, muchos filósofos han intentado dar respuesta. Se trata del problema de los universales. Tuvo su punto álgido en la Edad Media, pero ya dio señales de existencia en la antigüedad. Siguiendo a un ínclito profesor, busquemos la pregunta. "La filosofía", nos decía, "consiste fundamentalmente en buscar la pregunta, no tanto en dar respuestas". (No le quito la razón, pero no puede uno vivir siempre con el interrogante puesto.) Así que formulemos la pregunta: "¿Cómo es posible que tengamos conceptos universales cuando todo lo que captamos por los sentidos es absolutamente individual?". Esa es la pregunta, ya iremos dando respuestas, porque las hay de todos los colores.

lunes, 18 de junio de 2012

El caos de los sentidos (una anécdota personal)

Aunque no era la idea de este blog, voy a contar una anécdota personal. Si se pueden utilizar fotografías y secuencias de películas para dar soporte a las ideas, ¿por qué no una anécdota personal? Las ideas no nacen solas, ¿no? Se basan en el mundo que nos rodea. Primero, la admiración, después la pregunta sobre el porqué. 
Pues bien, hace no mucho, me ocurrió algo sorprendente. No me había sucedido nunca: me desmayé cuando una enfermera pretendía extraerme sangre. Sentí un mareo y así se lo hice saber a la enfermera. Lo siguiente que recuerdo es que ya no me encontraba sentado, sino decubito supino, que es lo mismo que decir tumbado de espaldas. Vi la luz del techo y varios rostros de enfermeras que me miraban. Una me estaba colocando algo debajo de la nariz, supongo que alcohol, para que espabilara. Pero lo que más me sorprendió es que comencé a oír un ruido como de fondo, un barullo, una corriente de sonido sin forma, que no acababa de identificar de dónde procedía. Las enfermeras me miraban y abrían y cerraban los labios. Es decir, hablaban conmigo, pero no oía su voz, sino solo ese ruido amorfo.
La teoría del conocimiento de Tomás de Aquino (1224-1274) dice que los sentidos reciben datos cada uno según su especie, pero estos datos son singulares y caóticos. Sin embargo, nosotros percibimos que el mundo está organizado y más que estímulos sensoriales, percibimos objetos unificados, es decir, una realidad externa con sentido. El paso de lo singular y caótico a lo unificado y organizado, lo realizan, según, el Aquinate, los sentidos internos, sobre todo el de la percepción.
Interpreto que , cuando desperté, mis sentidos internos estaban todavía traspuestos y no eran capaces de organizar todos los datos que les llegaban a través de los sentidos externos. De manera que el sonido era interpretado por mi cerebro como una única masa de ruido, sin poder cribar los sonidos individuales, ni poder dilucidar su origen.

lunes, 11 de junio de 2012

Las ideas del Buey Mudo


En la Edad Media vivió un gran sabio, un cabezón que quiso reunir todo el saber de su tiempo. Lo llamaban el Buey Mudo, porque apenas hablaba y, además, pesaba unos quintales. Sin embargo, su maestro Alberto Magno, dijo de él que, si era un buey, acabaría llenando el mundo con sus mugidos. En fin, Tomás de Aquino (1224-1274) desarrolló una elaborada teoría del conocimiento, que es a lo que iba. 

Se basó fundamentalmente en las teorías de Aristóteles (384-322 aC). Así que, como el maestro griego, comenzó por la tabula rasa. Es decir, cuando venimos al mundo, nuestra mente es como una tablilla en la que todavía no se ha escrito nada. Poco a poco se va llenando de información. Pero, ¿de qué manera? Pues el de Aquino lo dice muy claramente: "Nihil est in intellectum quod prius non fuerit in sensu”, o sea, "Nada hay en el intelecto que no haya estado antes en los sentidos". O, si lo decimos en forma positiva, la expresión habría que formularla así: todo lo que tenemos en el intelecto tiene su origen en los sentidos. Aunque esta parece la explicación más obvia del modo en que nuestro intelecto adquiere información, no todos estarían de acuerdo. Otros pensadores, como por ejemplo Descartes, opinan que poseemos ideas innatas, es decir, que están en el intelecto antes de cualquier acción de los sentidos. Pero, ¿cuál sería, entonces, el origen de esas ideas misteriosas? ¿Las ha puesto alguien ahí o simplemente vienen con nosotros de serie?

miércoles, 6 de junio de 2012

La fusión cósmica del pulidor de lentes

Era judío sefardí, racionalista, vivía en Flandes y pulía lentes en sus tiempos libres. Baruch Spinoza (1632-1677) se las arregló para no tener que elegir entre el camino de la naturaleza o el de lo divino. Para él Dios y la naturaleza eran como Isabel y Fernando (tanto monta monta tanto) para el gobierno de aquella España que expulsó a sus antepasados de la Península Ibérica. Ambos son en la práctica la misma cosa. Deus sive natura es una de sus frases más famosas. 

Cuando Descartes (1596-1650) perdió el mundo, tuvo que recurrir a Dios para que le garantizara un puente de unión entre las ideas del mundo que había en su mente y el mundo en sí (http://goo.gl/aK116).

Pues Spinoza no tiene ese problema. Para él, la naturaleza y Dios son lo mismo. No hacen falta puentes entre lo espiritual (racional) y lo material: todo es lo mismo. Así que se ahorra la elección existencial tan radical que proponen las monjas a la protagonista de la película El árbol de la vida (http://goo.gl/WQwXg) "¿Qué camino vas a seguir en la vida el de la naturaleza o el de lo divino?", se le podría preguntar a Spinoza. Y él se reiría de nosotros: "Pero, ¿no ves que esa pregunta no tiene sentido? ¡En qué estarías pensando! No hay que elegir un 'camino' de ese tipo, diríamos que el 'camino' ya te ha elegido a ti". ¿No suena un poco al famoso "The Matrix has you..."?



lunes, 4 de junio de 2012

Afectividad, partículas subatómicas y el árbol de la vida

"Las monjas nos enseñaron que hay dos caminos que se pueden seguir en la vida: el de la naturaleza o el de lo divino. Debes elegir cuál vas a seguir", se dice al principio de la película El árbol de la vida
Es decir, considerar el mundo a secas o contando con que hay algo más que lo que simplemente se ve y se toca.

Me maravilla que seamos capaces de penetrar la realidad que nos rodea: que en un momento dado seamos conscientes de algún misterio, escondido en el mundo y en la vida de los hombres, que antes ignorábamos. En ese momento nuestra vida ya no es la misma.
¿Qué sabe el recién nacido de los misterios del universo? Con el tiempo su mente se va abriendo y se va haciendo preguntas. La vida humana es compleja, muy compleja. Todas nuestras acciones y reacciones están embadurnadas de afectividad: nunca están del todo limpias; la racionalidad, que tanto nos caracteriza, está encadenada por las pasiones: nunca es del todo libre. El universo, que prometía dársenos por completo en los albores de la revolución científica del siglo XVII, cada vez nos deja más perplejos. En los aceleradores de partículas se investiga la constitución de la materia y la física actual nos habla de paradojas dentro del mundo físico, antes inimaginables. Cada vez hay más interrogantes...
¿La naturaleza está sola o la acompaña lo divino?





viernes, 1 de junio de 2012

"Nietzsche ha muerto", Dios

El protagonista de la novela de Paulo Coelho, El Alquimista, en su época de pastor solía llevar siempre un libro consigo. Era muy práctico pues les servía para entretenerse leyéndolo y, además, podía utilizarlo como almohada. Así que, cuanto más grueso resultara el volumen más útil le parecía. 

Pues bien, el ruso Dostoyevski (1821-1881) escribió un gran "almohadón" llamado Los hermanos Karamazhov, pero  es más impresionante leerlo que usarlo de cabecera durante el sueño. Hacia el principio de la novela, uno de los personajes dice esta tremenda frase: "Si Dios no existe, todo está permitido". O dicho en forma positiva: "Dios es garantía de un orden moral". 

Por ello, no es extraño que Friedrich Nietzsche (1844-1900), en su ímproba tarea de reformar al hombre surgido imbécil del proceso iluminista, decepcionado por la incapacidad real de la razón para solucionar sus problemas existenciales reales, afirme que "Dios ha muerto". O lo que es lo mismo: da igual que haya muerto o no, es que hay que matarlo. Es imprescindible, porque la sola referencia a él es un obstáculo para que nazca el superhombre

¡El superhombre! En una historia de la filosofía en formato cómic dibujan al filósofo con el atuendo de supermán. Eso sí, en vez del rostro agraciado de Christopher Reeve, lo pintan con su descomunal bigote; y en lugar del tirabuzón que adorna la frente del superhéroe, un inmenso tupé tirado hacia atrás que es un alarde de chulería y amplios horizontes frontales. ¡El superhombre! Es decir, nosotros mismos, pero fieles a la tierra, olvidándonos de cualquier trascendencia; nosotros mismos situados sobre los conceptos del bien y del mal; nosotros mismos, convirtiéndonos en dios para nuestra propia vida... vida en la tierra, solo en la tierra. Dioses perecederos, de usar y tirar. Si uno es  encumbrado, otro lo derroca. Si el de más allá reúne masas y las conduce a la barbarie (léase Hitler), otro las dispersará. ¿A qué jugamos, Nietzsche, en la tierra, solo en la tierra?
Cuentan que tras la muerte de Nietzsche apareció un titular en un periódico que decía: "Nietzsche ha muerto, fimado: Dios". Se non è vero, è ben trobato.


He aquí una parodia de Nietzsche. Entre sarcasmo y sarcasmo se van diciendo verdades sobre el filósofo.

Epicteto y su Pierna de Hierro Filosófico

Epicteto (55-135), escribiendo y pensando, con su muleta. Hay veces que l a vida te tuerce el brazo, o en el caso de Epicteto (55-135), te r...